Durante los primeros años del s. XX ésta será una de las pocas hermandades de Córdoba que mantenga una actividad digna de ser tenida en cuenta.
Se suceden hermanos mayores que dejan una impronta en la Hermandad.
Eduardo Quero, Marqués de la Mota del Trejo
Hermanos mayores como González Laguía, Miranda Rey o Flores González se suceden en estos años. Rafael Flores es una persona vinculada al mundo del toro y desarrollará una intensa labor que lleva a superar los trescientos hermanos y a realizar unas andas doradas para el Caído; pero será en 1922 cuando la situación dé un giro con la llegada a la dirección de la Hermandad de Eduardo Quero, Marqués de la Mota del Trejo y su esposa, Soledad cuyo mandato será fundamental para el devenir de la Cofradía en lo referente a realización de nuevos enseres, así como en la incorporación de efectivos humanos, entre ellos importantes personajes de la alta sociedad cordobesa, como es el caso del Marqués de Villaseca o el Conde de Villanueva de Cárdenas.
Las reformas que se promueven durante esta época en la Hermandad determinan el carácter posterior de la misma, llegando hasta nuestros días, como es el hecho de la concesión de los títulos de Real y Pontificia, la confección de los bordados de la Virgen, la nueva túnica de Jesús Caído o la realización de los respiraderos para el nuevo paso de Nuestra Señora del Mayor Dolor, piezas desconocidas en Córdoba por esa época. Asimismo, la advocación de la Virgen se completa con el nombre de Soledad, en homenaje a la Marquesa, quien fue la principal impulsora de todas estas reformas. Todo este movimiento se ve impulsado por la competencia que se establece con la Hermandad de las Angustias, lo que, en definitiva, redundó en un beneficio patrimonial para ambas cofradías.
Pero no durará demasiado este empuje cofrade que florecía en la capital cordobesa, pues la proclamación de la II República conlleva la promulgación de ciertas leyes restrictivas con las manifestaciones religiosas, de manera que las cofradías entrarán en una profunda crisis y, con ellas, la del Caído.
Mauel Tienda Argote
En 1933 fallece el Marqués de la Mota del Trejo y Rafael Flores González asume las funciones de hermano mayor y la Hermandad participa en las procesiones oficiales del viernes santo, excepto la de 1936, que realizó en solitario la Virgen de las Angustias, dado el delicado momento que vivía el país y que desembocó en la Guerra Civil entre 1936 y 1939. Mauel Tienda Argote tomaría las riendas de la Hermandad en 1937, una vez recuperadas las salidas procesionales.
Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”
Finaliza la Guerra Civil y la dictadura franquista, implantada al término de la misma, propicia las celebraciones de carácter religioso, entre ellas la Semana Santa. Las cofradías reciben un fuerte impulso aumentando el número de hermanos y fundándose o reorganizándose otras. En 1939 y tras un período de decadencia, la Hermandad de Jesús Caído elige a un hermano mayor del barrio de Santa Marina, cuyo futuro parece empezar a vislumbrarse como el de uno de los matadores que mayor fama y renombre alcance en la historia del toreo, su nombre: Manuel Rodríguez Sánchez, “Manolete”.
La llegada del diestro cordobés a la hermandad viene propiciada por la relación entre Rafael Flores, miembro muy activo de la Hermandad, Manuel Flores “Camará”, su hermano y apoderado del propio Manolete. Nombres ilustres relacionados con la Hermandad se incorporan a la directiva, tales como los hermanos Flores, Patricio Hidalgo, Antonio Anaya, Hermenegildo Friaza, Enrique Tienda o José C. Quero entre otros. La persona que gobierna la Hermandad día a día es Rafael Flores, pero la llegada de Manoletesupone un nuevo impulso que se plasma en la realización de un nuevo paso para la imagen de Jesús Caído y que, por otra parte, representa la consolidación de la popularidad de la Cofradía con un significativo aumento del número de hermanos.
Hermegildo Friaza
En 1942 Hermegildo Friaza rige los destinos de la Hermandad. Durante su mandato se aprueban los nuevos estatutos que tendrán vigencia hasta 1979. Francisco Hidalgo es elegido en 1943, destacando en su mandato la realización de los faroles del paso del Caído. En este período, un miembro de la junta de gobierno, Rafael Gálvez del Cerro, asume el mando en un par de ocasiones por ausencia del hermano mayor; por lo que será el propio Gálvez quien sea elegido para el cargo a partir de 1948.
Rafael Gálvez del Cerro
Rafael Gálvez, empleado de la cercana empresa Carbonell, prolongará su mandato hasta 1966, incluyendo dos etapas al frente de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa y contando con Juan Membrives como hombre de confianza. Durante su mandato se culmina la terminación del paso de Jesús Caído con la incorporación de diversos elemenetos ornamentales, aunque su gran aportación a la Cofradía reside en la confección de un palio bordado para el paso de la Virgen con todos sus correspondientes elementos de orfebrería, convirtiéndolo en una pieza esencial de la semana santa cordobesa. Son años de auge, aunque comienza a notarse un cierto desgaste en los últimos tiempos.
Matías Prats Cañete
El estado de decadencia de la Hermandad de Jesús Caído desemboca en el cese de Matías Prats como hermano mayor y la elección de Rafael Jaén Toscano para el cargo, quien forma dos cuadrillas de hermanos costaleros que portarán ambas imágenes el jueves santo, siguiendo la tendencia revitalizadora que se comenzaba a vislumbrar en la semana santa cordobesa y donde tuvo una especial incidencia la sustitución de las ruedas en los pasos por las citadas cuadrillas de costaleros de las hermandades. La juventud de los costaleros permite la realización de diversas actividades por parte de la junta de gobierno, con el único propósito de recuperar económicamente la Cofradía y aumentar el número de efectivos con que se contaba en ese momento.
Los objetivos planteados comienzan a lograrse en el marco de un movimiento cofrade en alza durante estos años en la ciudad y en la mayor implicación de los cofrades en el desarrollo de la Hermandad. Aun así, la ansiada revitalización económica no llega a producirse plenamente y se arrastrará la situación hasta la etapa de Antonio Romero Alfaya (1982-1989), quien se ve en la necesidad de recabar fondos para una nuevos locales de hermandad ante la expulsión llevada a cabo por los carmelitas del local anejo a la Iglesia.