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Fundación de la Hermandad

Tenemos que remontarnos a los últimos lustros del s. XVII para encontrar los primeros antecedentes de la Hermandad. La imagen de Jesús Caído era fervorosamente adorada por los fieles que atravesaban la muralla para dirigirse al convento de los Carmelitas. La devoción al Nazareno caído viene promocionada por la orden carmelitana y culmina, en el caso de Córdoba, con la donación de esta imagen por parte del canónigo catedralicio Francisco Bañuelos y Murillo hacia 1676 y que fue colocada en la última capilla a la izquierda de la Iglesia.

En un principio, se conoce a la imagen como Jesús Nazareno y no será hasta 1736 cuando tome su actual advocación. En 1732 ya se había comenzado la construcción de la actual capilla, colocándose la imagen del Caído en 1736 y que tuvo de coste la cantidad de dos mil quinientos ducados. Será en 1742 cuando tenga lugar la talla del retablo y en 1751 se habían terminado los retablos laterales y el dorado de los mismos; finalmente, en 1763 se construyó el camarín para la Virgen, bajo la advocación de María Santísima de los Dolores, y que importó mil ciento cuarenta reales. El barrio de Santa Marina se vuelca con el Caído, de forma que incluso abundan los enterramientos en la capilla donde se venera a la imagen, así como las donaciones de ornamentos para el altar y ricas túnicas de terciopelo morado con franjas de oro.

La fundación de la Cofradía acontece en 1765. Dado el fervor hacia la imagen de Jesús, el prior de la comunidad carmelita, Fray Andrés de Santa María, impulsa la formación de la Hermandad, cuyo primer hermano mayor sería José Julián Vázquez, como consta en la inscripción de la demanda de plata, la pieza más antigua conservada por la Hermandad.

Hasta 1779 la Hermandad se irá dotando de diversos enseres, principalmente vestiduras para las imágenes, y será en ese año cuando tenga lugar la primera salida procesional, Jueves Santo. Las cuotas de los hermanos y las limosnas de los fieles, gran parte de ellas recaudadas con las demandas durante la procesión, serán el sustento de la Cofradía en estos años finales del XVIII. En esa primera estación de penitencia ya se nombra a la Virgen con la advocación del Mayor Dolor y se levanta una enorme expectación en la ciudad, acrecentada en el momento de la salida por la presencia de la lluvia tras meses de sequía, como relata el libro de protocolos del Convento de San Cayetano: «No ai lengua que declare la mosción que cavía en todas las personas que a dicha Santísima Ymagen vieron, assí Eclesiásticas como Seculares, pues fue presiso dejar a su Magestad en Andas muchos días después de Quaresma para dar lugar a que los muchos sugetos que venían adorarla…»; «Dicho año no havía llovido desde principios del mes de Enero hasta dicho día que salió el Señor a la calle y la devoción de los fieles atribuyeron este favor a la Sagrada Ymagen».

Estamos en la época de la Ilustración, y las nuevas ideas llegadas de Francia repercutirán en la semana santa de Córdoba, de tal forma que se prohibirán los disciplinantes y los cubrerrostros, al mismo tiempo que se regulan los horarios de las Cofradías para su regreso más temprano. En su primera salida, los penitentes de la Hermandad visten túnicas moradas sin cubrerrostros y portan cirios. La salida se hace en torno a las tres de la tarde, regresándose al anochecer, siendo el recorrido: Colodro, Alfaros, Compañía y Catedral. Se luce un estandarte morado, cuya vara de plata es la misma que aún procesiona cada Jueves Santo. Al frente de la procesión va una cruz guiona en andas. el Caído luce peluca y potencias de plata, mientras la Virgen, con diadema, saya y manto, marcha bajo palio de terciopelo negro con varales de madera.